Opinión De Mario Benedicto Parra: La zancadilla: dosis de una realidad –El diccionario de la Real Academia Española, dice que zancadilla es “la acción de cruzar alguien su pierna por entre las de otra persona para hacerla perder el equilibrio y caer”. En un sentido figurado, “la zancadilla es una acción astuta y engañosa mediante la cual se derriba o se pretende derribar a alguien de un puesto o cargo, derecho o beneficio”. Algunos son verdaderos especialistas en el arte zancadillear; a estos artistas de la desgracia ajena les produce una enorme satisfacción ver cómo amigos y enemigos se dan de bruces contra el suelo gracias a su perversa habilidad.
En este mundo de rivalidades, de agresiones y de competitividad extrema, es necesario saber eliminar a los enemigos metiéndoles zancadillas. No sé qué mezquinas alegrías les pueden proporcionar a algunas personas los infortunios ajenos.
He sido testigo de muchas zancadillas y no solamente en el fútbol, las he visto en la universidad y en el colegio, en las empresas y hasta en amistades. Las he visto también en los partidos políticos. Las he visto en los matrimonios, uniones maritales y entre hermanos, cuando estas conllevan un beneficio propio, económico.
La zancadilla puede ser una calumnia, una mentira, una sospecha, una denuncia, un insulto. Hay zancadillas causadas por la envidia, otras son el resultado de la rivalidad y algunas, sencillamente, del placer que algunos sienten al ver a otros caer. Quienes practican la zancadilla disfrutan con ella. Y, nótese, que se trata de una desgracia producida por la explícita y directa intervención de quien tiende la trampa. La zancadilla se pone por detrás y hace necesario que quien es zancadilleado no vea venir el peligro para que no pueda prepararse y defenderse. La zancadilla es fruto de la premeditación y de la alevosía.
Pienso que la actual oposición al presidente Petro, que lanza la zancadilla de una profecía de incumplimiento, de desastre, de fracaso, diciendo que es un mal gobierno cuando no lleva cuatro meses, es además irresponsable. Pienso en el que humilla a quien hace una pregunta en el colegio o a quien nunca felicita por un esfuerzo en el trabajo. Pienso en el aliento que deben recibir los caídos en desgracia, los rezagados. Sé que no es fácil en un mundo donde hasta tu amigo, tu esposo, tu compañera, te pone “un palo en la rueda” o “te mete la zancadilla”.
Quiero seguir siendo optimista, no hay arma mejor contra los cuchillos de los codiciosos y envidiosos zancadilleros que una sonrisa en el rostro iluminado por la alegría de saber que cada día tiene un desafío nuevo y a la vez, una nueva valiosa oportunidad de empezar de nuevo, intentarlo de nuevo, con la simple convicción de que esta vez nos va a salir bien. ¡Hasta pronto!
