Opinión De Mario Benedicto Parra: ¿Tenía razón Confucio?– Conocemos a muchas personas y tenemos, en principio, un concepto bueno en cuanto a ellas. Tal vez nunca se llega a conocerlas integralmente, pero hay ciertos rasgos de su personalidad que nos dicen cómo son. El conocimiento de una persona nos hace entenderle su modo de ser, comprenderle, que es la manera de tomar como normales sus acciones.
Pero hay una persona a la que no terminamos de conocer: nosotros mismos. Sabemos cómo somos y eso es evidente. Pero a veces actuamos en contra de nuestros propios convencimientos y eso nos desconcierta. La personalidad es una sola, pero tiene cepas que se nos escapan de su estructura original.
¿Conocemos nuestros pensamientos? A veces se nos van y actuamos en contra de nuestros propios pensamientos. Tratamos bien a las personas que nos rodean, pero a veces nos manifestamos con un exabrupto que hace tambalear todo el andamiaje de pareja o amistad.
Podemos disentir, pero siempre teniendo presente que el otro puede tener la razón y entonces escuchar sus argumentos, porque a lo mejor eso nos hace cambiar de opinión y lo que creímos negro termina siendo blanco. Lo peor que puede pasar es que ni siquiera se dialogue sobre desavenencias, disgustos, desacuerdos.
La vida es cambiante y nos pone ante alternativas que no figuraban en nuestros cálculos y entonces nos vemos impulsados a cambiar. Conocernos a nosotros mismos puede parecer una acción fácil, sin embargo, cuesta desarrollarla en todos sus aspectos. ¿Por qué amamos, por qué nos duelen ciertas cosas, por qué hay cosas que no entendemos y ni siquiera hacemos el intento de entender? El mejor propósito es estar en armonía con uno mismo y saber que esa armonía necesita rectificaciones todos los días en nuestra forma de ser y estar predispuesto a aceptarlas.
Confucio, un sabio y educador chino, ante la pregunta de uno de sus discípulos sobre cómo debía comportarse con los demás, le contestó: “Haga una lista con todos aquellos que te interesan, con los que convives, pero primero en esa lista ponte tu”.
Confucio tenía razón: debemos hacer el esfuerzo por conocernos un poco más, por ajustar las tuercas de nuestros procederes y tratar de ser mejores en la medida en que estemos predispuestos a ello. Será una manera de perfeccionarnos y evitar cometer tantos errores de los que habitualmente cometemos.
Me despido con esta frase de Confucio: “Donde hay educación no hay distinción de clases.” El pensamiento de Confucio gira alrededor de la educación, como fuente de virtud. ¡Hasta pronto!
